sábado, 4 de julio de 2009

¿Por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo?

¿Por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo?




Que las mujeres sólo tienen relaciones sexuales si están enamoradas es una idea que viene desde la época victoriana. Eso significa que la sexualidad femenina no despierta hasta que ellas se enamoran. ¿Será verdad?


Hay que resaltar antes de nada que tales afirmaciones son parcialmente falsas. Pero sólo en parte.

El sexo surge antes que el amor

La idea tradicional de que la sexualidad femenina sólo se despierta de la mano del amor es radicalmente falsa. Existen numerosos datos que demuestran que las mujeres tienen sensaciones eróticas y deseos sexuales mucho antes de comenzar a enamorarse o de encontrar al primer chico (o chica) que les gusta. De hecho, entre el 20% y el 42% de las mujeres, según los diferentes estudios analizados, comienzan a masturbarse antes de los diez años de edad. La masturbación es un buen indicador de que las mujeres poseen pulsiones sexuales que son independientes y autónomas; que no dependen de ningún “príncipe azul” que vengan a despertarlas. Están ahí por el mero hecho de ser humanas. Y tales pulsiones existen antes de que las niñas comiencen a sentir los aguijones del Amor. Luego parece sensato no relacionar una cosa con la otra.




Podemos retroceder más en el tiempo para aquellas personas que pueden decir que a esa edad, los diez años, las niñas ya están enamoradas de sus compañeros y eso es lo que despierta sus instintos. Existen estudios que señalan que el 44% de las madres han observado que sus hijas de entre dos y cinco años se tocan la vulva de una forma nada inocente; por las sensaciones que eso comporta. El 22% de ellas las han visto masturbarse explícitamente.
Puede argüirse que tales actividades están promovidas exclusivamente por la curiosidad. Es posible. Pero las sensaciones son reales..., tanto como los orgasmos que esas niñas se provocan mucho antes de que comiencen a conocer el Amor, tal y como lo entienden los adultos.

Sexo y amor, no comienzan a la vez en las mujeres. Y, desde luego, el sexo precede al amor.


El romanticismo es menos espiritual de lo que parece

Las mujeres son románticas. Y sueñan despiertas con escenas románticas. Se sienten fuertemente atraídas por ídolos conocidos como cantantes, actores de cine, el chico malo de los cursos superiores...

Por eso muchos creen que las mujeres son más sensibles al romanticismo que al erotismo y que este sólo les viene de la mano de aquel. Lo que suele olvidarse es que las escenas románticas despiertan en las chicas sensaciones nada “limpias”, como creen algunos.

De hecho, las escenas pornográficas que más excitan sexualmente a las mujeres son aquellas que contienen altas dosis de romanticismo. Luego el romanticismo, que muchos creen exclusivamente relacionado con el amor, despierta los “bajos instintos” de las señoras. Es un estímulo sexual muy fuerte y nada espiritual.
De ahí la extraordinaria popularidad de las novelas románticas, que me atrevería a señalar como la pornografía femenina por excelencia (mejor vista que la más explícita).



Los hábitos sexuales femeninos

Con todo, y los hechos están ahí, las mujeres, sobre todo las más jóvenes, son capaces de mantener relaciones sexuales sin sentirse verdaderamente enamoradas de su pareja. Algunas veces se trata de una simple amistad que en determinadas circunstancias llegan a tener un contacto físico bastante explícito.

Otras veces se trata de encuentros casuales materializados en las discotecas que proporcionan un contacto sexual de una noche. Otras veces, las más, se trata de relaciones algo más duraderas que una simple noche, pero que no van más allá de algunas semanas e implican la existencia de contactos sexuales.

Las mujeres, como los hombres, tienden a apreciar más el aspecto físico y el atractivo general del otro cuando desean mantener un encuentro sexual sin mayores compromisos

El 11%, al menos, de las mujeres jóvenes tienen más de siete parejas como promedio. Y se trata sólo de la punta del iceberg. Porque existen otras que ocultan ese tipo de contactos ante terceros (a los investigadores, no a sus amigas) por temor al “qué dirán”. Y otras se engañan a sí mismas y tienden a justificar su comportamiento con la excusa de que se enamoran, cuando en realidad se trata de simples encuentros sexuales; unos “rollos”, como se dice ahora.

Las mujeres, como los hombres, tienden a apreciar más el aspecto físico y el atractivo general del otro cuando desean mantener un encuentro sexual sin mayores compromisos. Y, también como los hombres, aprecian otros valores (compromiso, estabilidad económica y emocional, deseos de establecer una vida futura en común) cuando desean tener relaciones más permanentes. El amor puede entrar en juego en estos últimos casos, pero no necesariamente.

Hay una cosa que es cierta

Hay una cosa que es cierta hasta lo que sabemos hoy: muchas mujeres, quizás por un influjo atávico en tal sentido, tienden a desear mantener relaciones estables más que los hombres. Y, de hecho, son más proclives a tener relaciones de este tipo. Muchas lo hacen guiadas por esos motivos desde el principio, aunque en la búsqueda tengan varias parejas. Pero es real su deseo de estabilidad y que sus encuentros sexuales se relacionan con el amor (no siempre; a veces se trata de un espejismo de amor; aunque esa es otra historia).

Otras realizan la misma búsqueda bajo la fantasía de que lo hacen por amor, cuando realmente se trata de mantener un contacto físico tranquilizador y gratificante (donde lo sexual juega su papel). Y este comportamiento es el que alienta el mantener la vieja idea de que las mujeres sólo se acuestan con los hombres que aman. Muchas lo hacen así (desean tener un novio), otras necesitan admirar o depender del otro (falso amor), y otras, finalmente, compaginan sexo más o menos desprovisto de compromiso con otro relacionado con el amor (también les gustan los “rolletes”).

Pero no es cierta la exclusividad que se atribuye a la mujer en la relación sexo-amor. No lo fue nunca. Y ahora tampoco. No se trata de que en los tiempos actuales exista una mayor permisividad que permite acceder a las mujeres a comportamientos que anteriormente les estaban vedados. Lo que sí sucede ahora es que se dan las circunstancias sociales que lo hacen más posible y más revelable ante terceros.


Datos extraídos en parte del libro:
“Un encuentro con el placer. La masturbación femenina”. Jesús Ramos. Espasa-Calpe. Madrid. 2002.

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